Última reflexión antes de una escapada un poco larga en la que seguro que mis pensamientos irán por otros derroteros.
Por diferentes circunstancias, las últimas semanas me han llevado al recurrente pensamiento del aragonés errante, que dice el Bunbury. Amigos míos han estrenado sus últimos cortos, como el de Eduardo, «Cócteles», el de Fernando e Isabel, «Ondas», o el coordinado por Leonor, Raquel y equipo, «Sesión de Terapia»; asistí a la pedazo de gala de los Premios de la Música Aragonesa, organizada por Aragón Musical; y he podido ver el avance del documental «Hijos del Cierzo / Al Este del Moncayo», de Nebra, Martín, Martínez, Villanueva, Cisneros, García y compañía.
¿Y qué pasa con todo eso? ¿Qué tiene en común? Pues lo de siempre. Sobre el cine nada nuevo bajo el sol: el escasísimo interés que despierta como sector industrial en nuestra Comunidad, sobre todo si está hecho por los de aquí y estamos empezando eternamente. Por otra parte lo paradicos que estamos los generadores audiovisuales para hacernos escuchar. O lo sorprendente que resulta que un acto musical como el del Teatro Principal -de una calidad altísima, al igual que el avance del documental dirigido por Jorge Nebra- no tenga eco en una tele como la nuestra, que a pesar de la buena labor que está haciendo, debería estar más abierta a productos tan vivos como éste. Sí, es una gala de entrega de premios y se dice que no son televisivas. Pero cuando la excepción ocurre, se debería estar abierto a romper la norma. Mi amigo Néstor me comentó algo que ha dicho Carbonell los últimos días sobre todo esto. Y es que hay una realidad ahí fuera -musical y cinematográfica- que debería tener una respuesta hertziana más grande de la que ahora hay.
Lo cual -y ya me sabe mal ahondar en esta quejicosa actitud- me lleva a la foto siguiente, que conecta con el anterior post. Si el cachirulo viene de París, entonces nos parece una prenda estupenda.
La otra foto me la pasa Isabel Soria, y es menos reivindicativa y más divertida. Cachirulo hasta en las motos.